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24/01/2022 - 00:00 h.

VISITANDO CON DIONISIO CAÑAS LA TUMBA DE LOS POETAS FÉLIX GRANDE, FRANCISCA AGUIRRE Y GUADALUPE GRANDE

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Mañana de enero, 18

Paseé con mi hermano, el poeta Dionisio Cañas, por la bulliciosa ciudad de Tomelloso. El viento iba lleno de murmullos. Hablamos de literatura, de nosotros, de la gente... de la vida. El viento nos enfriaba el rostro y los pájaros nos miraban desde el cielo. La gente borboteaba con esmero bajo el sol limpio. Fue una mañana de hermanos que se encuentran en la palabra y el silencio de la vida, y en la huidiza sombra de la muerte, sobre la que hemos escrito ambos sin zozobra, con valentía, mirándola a los ojos.

Fuimos a visitar a esa añorada familia de poetas Grande: Félix Grande, Francisca Aguirre y Guadalupe Grande, padres e hija, quienes el tiempo llevó a sentir la poesía del cielo. Añoramos momentos viejos con ellos, sobre todo con Félix, cuya pasión y sensibilidad te pedía una mirada de amor.

Para recordarlos he aquí un poema de cada uno de ellos:

 

ÚLTIMA NIEVE

Francisca Aguirre

 

A Pedro García Domínguez

 

Una hermosa mentira te acompaña,

pero no llega a acariciarte.

Sólo sabes de ella lo que dicen,

lo que te explican libros enigmáticos

que narran una historia fabulosa

con las palabras llenas de significación,

llenas de claridad y peso exactos,

y que tú no comprendes sin embargo.

Pero tu fe te salva, te mantiene.

 

Una hermosa mentira te vigila,

aunque no puede verte, y tú lo sabes.

Lo sabes de esa forma inexplicable

en que sabemos lo que más nos hiere.

 

Llueve desde los cielos tiempo y sombra,

llueve inocencia y loco desconsuelo.

Un incendio de sombras te ilumina,

mientras la nieve apaga las estrellas

que una vez fueron permanentes ascuas.

 

Una hermosa mentira te acompaña;

a infinitos millones de años luz,

intacta y compasiva, se extiende la nevada.

 

UNA POSTAL DE NIEVE

Félix Grande

 

Cuando me tienda en la vejez

como en un mal cerrado sepulcro

maldeciré tu nombre

 

Sólo porque esta noche

enajenado y absorto en tu cuerpo

he deseado que fueras eterna

 

y no sabía si pegarte o llorar.

 

LA CENIZA

Guadalupe Grande

 

Digo que no existe el olvido;

hay muerte y sombras de lo vivo,

hay naufragios y pálidos recuerdos,

hay miedo e imprudencia

y otra vez sombras y frío y piedra.

 

Olvidar es sólo un artificio del sonido;

tan sólo un perpetuo acabamiento que va

de la carne a la piel y de la piel al hueso.

Así como las palabras primero son de agua

y luego de barro

y después de piedra y de viento.

 

En la soledad y el silencio de esa ciudad de oscuras miradas me llamó la atención la fuerza y blancura del sol sobre los cipreses y el mármol negro. En el silencio nuestros pasos parecían la respiración de la tierra. Los poemas recordados se diluían en mi memoria y sentí vibrar adentro, como si fuera eterno, un viejo día de hace muchos años en el que Félix y yo nos comimos unos churros con chocolate en el ferial de Tomelloso, como a las cinco de la madrugada. El hambre y el cincel de la noche nos devoraba y recuerdo que jamás me han sabido tan bien unos churros.