15/03/2022 - 00:00 h.
Lunes oscuro de calima
Ha llegado una densa calima. El desierto nos oscurece el aire y un viento amarillo se pasea por las calles. Parece una niebla de azufre. El sol se esconde en esa cortina de arena que ha aparecido de repente, apenas penetra el sucio ámbar de las calles. Cuando me levanté esta mañana y miré por la ventana tuve la sensación de que estaba atardeciendo en un día de otoño septembrino. Enseguida sentí la fina arena posarse en mis dedos. Si los movía resbalaban las huellas una con otra. La finísima arena que baila en el viento se cuela por los pulmones y apenas puede uno respirar. Salir a pasear, golpear el saco de boxeo (como si enfrente tuviera lo que odio), mis dos deportes preferidos, es tarea titánica, me ahogaba por el campo y al tercer golpe se me cerraron los bronquios.
En mi buhardilla, el templo de mi soledad, donde soy el rey de mi alegría y mi tristeza, el polvo del desierto ha penetrado, y se posa sobre los muebles, sobre el ordenador, se aloja en las sayas de la mesa y si las agito chisporrotea el brasero. Por un momento me he acordado de la segunda parte de Blade Runner, del gran Denis Villeneuve. Esa sensación de distopía que tenemos desde la pandemia, se ha agudizado con esta calima tan inesperada y densa. Tiene uno la sensación de que la naturaleza protesta, o se venga de algo, quizá de que a lo largo de los siglos no hemos sabido amarla, imponer el amor como la más clara luz de nuestro destino.