Por allí, detrás de aquellos pinos y abetos que dan verdor a esta sequedad, pasa el AVE. Hacia el sur cruza la Umbría de Alcudia, Sierra Madrona y Sierra Morena. Después aspira el denso vapor de los olivos de Andalucía. Hacia el norte se adentra por los Montes de Toledo. Me gusta estar quieto, mirando el tren pasar. Cuando niño a veces me iba a la estación de Puertollano. Me sentaba en un banco y veía los trenes y la gente con las maletas de aquí para allá. Siempre quería sentirme lejos del lugar en donde estaba, porque un ansia de lo desconocido me roe las entrañas. Creo que por eso soy tan soñador, porque desde niño me he quedado embelesado mirando los trenes, imaginando que voy en uno de ellos hacia el país más lejano. Tantros años después siento lo mismo. Me sigue gustando mirar los trenes, querer viajar hacia lo desconocido. He conocido más de 70 países y casi todos los continentes. Pues allá de donde he estado he seguido sintiendo el ansia de lo desconocido, ese embeleso de mirar los trenes. Mi deseo es marcharme algún día por ahí, viajar y viajar hasta que al fin conozca lo desconocido, aunque sepa que en cualquier lugar que esté ese no será el que busco.