29/10/2023

TIEMPOS DE LOBOS HAMBRIENTOS

La verdad es que viendo la terrible desigualdad de la existencia hay pocas razones para creer en la especie humana. Ya sé que hay gente que irradia bondad y altruismo, pero es una minoría apabullada por el egocentrismo, la maldad y cierta ajenidad ante el sufrimiento de los otros, que suele quedarse en lamentos infructuosos. Al cabo consuelan ese dolor ante el dolor que está en nuestros genes. No voy a extenderme en cifras que justificarían mi aserto, basta con decir que según un informe de The Economist de 2020, tan solo el 8,4 por ciento reside en un territorio con una democracia plena. Un tercio vive en el horror de una dictadura inhumana y, el resto, en regímenes de falsa democracia sin libertad, justicia ni calidad de vida. Si miramos cifras sobre riqueza, el Informe sobre la desigualdad global de 2022 de la ONU, es un flechazo al buen sentimiento: el 50 por ciento de la población posee el 2 por ciento de la riqueza y el 10 por ciento el 76 por ciento.

En estos momentos abunda en mi percepción desanimada el infierno dantesco de Gaza, y por supuesto las víctimas israelíes del sanguinario terrorismo de Hamás. Y también esa desolación humana que busca el mar revuelto para huir del hambre, la miseria, el dolor, la angustia y llegar arriesgando la vida al paraíso que hay más allá de las olas, siempre esquivo y oscuro.

Intento llegar a lo hondo de las mentes de quienes desarraigados y sin futuro se lanzan al océano y me quedo destrozado. Estas son dos situaciones horribles que la desidia y egoísmo exterior dejan hundir en una masacre diabólica.

En Gaza, después de tanta sangre, no entiendo que la comunidad internacional, sobre todo Estados Unidos y la Unión Europea, no impongan un alto el fuego y una vez desactivados por la fuerza los extremistas de uno y otro, obligarlos a sentarse y aceptar el escenario justo de los dos estados y Jerusalén bajo el poder internacional. ¿Cuántos niños han de morir más? ¿Dónde está el límite en vidas humanas de la venganza de Israel? Si tanto dolor no justifica esa actuación, insisto en mi desesperanza sobre la naturaleza humana.

Sobre los inmigrantes no sé qué ha de ocurrir para que el Gobierno de Bruselas acepte una vieja solución olvidada: ayudar (de verdad) al desarrollo (sector agrícola) de los países limítrofes para amansar el hambre y que la gente quiera permanecer en su tierra.

Aquí vivían los neandertales y nuestra especie vino de África hace 40.000 años, como ahora los balseros. Llegó el Homo sapiens, los cromañones, nuestros antepasados. Habían desarrollado el lenguaje y podían manipular la información y crear arte, como se ve en Altamira, que fascinaba a Picasso. Los neandertales se extinguieron ante nuestra potencia cultural hace 35.000 años. Y nos quedamos solos. Ya solo podíamos destruirnos entre nosotros. Homo homini lupus, escribió Plauto.

Impreso desde www.manueljulia.com el día 28/06/2024 a las 11:06h.