19/05/2024

VIENTOS OSCUROS

Leo una entrevista de Javier Milei y como en un flash de la memoria aparece ese tipo que fui, inocente y soñador, cristiano hasta saberme de memoria el Evangelio, poeta con el barniz y el hambre de Machado por la nostalgia y el amor al prójimo transitando por los campos de la bondad hasta grabarme adentro aquello de ser un hombre bueno, en el buen sentido de la palabra bueno. Crítico con la farándula del incienso, el boato de las túnicas y las sombras, y por cristiano cerca del compromiso con los viajeros de la justicia, esos misioneros que amansan el dolor en la selva de los harapientos. Una lluvia de amor y justicia llenaba mi tiempo. Pero qué equivocado estaba, todos esos bellos sentimientos eran una confabulación de la internacional progresista que había seducido mi inocencia con mentiras. Entonces ya había tipos como Milei y debería haber sido su palabra, y no la de Cristo o Machado, la que tenía que haber encendido mi pecho.

Pobre iluso. Creía en la justicia social. Desde la fe, la ideología y la economía. Todavía creo aunque las cicatrices de los años me han vuelto escéptico. Pero no lo suficiente como para erradicarla. Sí para cambiar mi ardor juvenil por la prudencia, y para entender que el consejo de Tácito, serviebant tempori (se sometían al tiempo) me alejaría de los extremos para entender los beneficios del reformismo.

No sé si estoy dibujando el perfil de un progre al uso, tan odiado por los "liberaloides" de la extrema derecha, pero me da igual, tengo claro que ese amor por la justicia me ha hecho mejor persona. Lo seré mucho o poco o nada, no depende de mí, sino de que los demás lo vean, pero lo que sí tengo claro es que si hubiera caído bajo el influjo de aquellos que decían las cosas que hoy dice Milei habría llenado más la bolsa y menos mi sentido de la dignidad. Habría sido un contumaz egoísta que cree que los que Vázquez Montalbán llamaba sumergidos, son tan pobres porque son unos vagos que no saben buscarse la vida.

Decir que "la justicia social es aberrante" sí que es aberrante. Toda la dignidad histórica del ser humano en la búsqueda de la felicidad común, en la que han participado los más grandes filósofos, novelistas, teólogos, políticos, aquellos que desde el racionalismo y a través de la Ilustración desnudaron los dogmas y las mentiras fabuladoras que apresaban a la humanidad hasta en la esclavitud, toda esa gente fueron miembros de una conspiración universal para ahogar la libertad. Empezando por Cervantes y su loco hidalgo, y terminando por el Cristo, que en una bella definición de justicia social y de pagar impuestos, compartiendo, dice: "No seas duro de corazón ni mezquino con tu hermano pobre".

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