05/01/2025
Ahora la batalla no se hace contraponiendo propuestas o ideas o luces o sombras. No se hace por nada de eso. Como vivimos en un mundo de titulares y entradillas, el contenido se muere sin ser siquiera visitado. Ya leído sería algo digno de una especie a extinguir que sobrevive en el universo mediático. Interesa como mucho una frase simple, que no es lo mismo que sencilla. No marees con subordinadas o ironías, metáforas, hipérboles, anáforas o alegorías.
Cristo hoy reduciría su Evangelio a un tríptico informativo. Marx sería pasto de la autoedición. De Séneca no digo nada, se habría suicidado antes de terminar su obra. Deja lo complicado que todo se tiene que explicar en una oración principal. Un gran discurso es la suma de muchas oraciones principales atrayentes de diversos temas, porque si son del mismo, se superan esos pocos minutos de atención que hay para desgranar una idea o propuesta.
Las propuestas desarrolladas están destinadas al cubo de basura en el que la inteligencia se va deteriorando poco a poco, hasta dejar una mugre verde amarillenta. Ahora lo que importa es la narrativa, el relato. Quien gana el relato gana la batalla. ¿Y qué narices es ese relato que nada tiene que ver con Cervantes o Proust? Es ser experto en el barniz de las cosas, que da igual lo que sean, lo importante es lo que parecen y que lleguen a las mentes directas. No se quieren muchas complicaciones, que nada importa demasiado, porque los principios han sido sustituidos por las apariencias.
De ahí el actual populismo. Una manera de profanar la verdad con mucho acierto. O la vertiginosa actualidad devorada en algunas tertulias y digitales de información en bruto. La verdad es un pobre cervatillo en la selva profunda de los depredadores. Quiere salir de la maleza pero enseguida dos colmillos o una bala lo destrozan como a un cuenco de melaza.
Si no tienes relato estas perdido. El dato es una molestia. Lo complejo aburre. El análisis es perder el tiempo. La batalla de la paradoja, que tanta lucidez ha dado en la dialéctica del conocimiento, en la destrucción de la sombra, está fuera del entendimiento colectivo. Lo importante es el relato. Engañar mejor que el otro. Seducir mejor, envolver mejor, poner más brillo y que la verdad se quite de en medio por favor, que molesta.
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