31/08/2024
Después de un mes de luz, septiembre trae su ejército de nubes. Y una sensación de final inevitable. Esa desprendida vida de agosto, ese ir dejando la armadura de guerrear, saber que no verás a aquellos que en tu trabajo desean tu mal, y la siesta esté más llena de memoria y placidez, se va acabando. La siesta agosteña. Con la penumbra, debajo de sábanas frescas, ir a otro mundo que se ofrece cuando cierras los ojos y estás despierto. En ese mundo tu vida casi ni ha comenzado a pesar de que ya peinas canas. El silencio, la serenidad, la frescura y la mente sin esposas genera un momento en el que se produce un viaje que tiene su estación de salida en el pecho. Siguiendo las venas de tu sensibilidad sigue hasta el almacén de los recuerdos, los sueños y los deseos...ah, y el amor, los rastros que el amor deja en mi conciencia se mueven por el patio de mi mente jugando a revivirse. Flores de luz y de hierro, alacenas de misterio y deseo hay en el amor.
Agosto nunca es un mes vacío. Quienes lo exprimen a tope y son capaces de mirarse adentro, en esa desnudez que produce la ausencia de obligaciones, salen de él reforzados en su personalidad. Ese tiempo perdido no es perdido. Es un tiempo que roza la desnudez de tu conciencia y penetra la muralla de tu memoria. Si te vuelves un poco peripatético y encuentras el equilibrio del paseo y el pensamiento habrá un rédito infinito. El autor suizo Robert Walser tiene un libro que se llama El paseo, que comienza así: "Sin pasear estaría muerto".
Claro que en el frescor de la noche, con las pequeñas luces del universo como bombillas de la feria de la vida, lejos de los ruidos vacíos, pasear es sentir que cada paso te lleva un poco más a lo que eres. Ese, el ser que quiero sacarme de adentro (el que fui, o con el que me sentí mejor, más humano, más bello y poético),lo puedo sacar en agosto. Darle la mano, darme la mano y con él volver a reencontrar lo mejor de mí. Todo lo que el dolor, los engaños, la traición, el desprecio o la injusticia nos van sajando de nuestro ser, llevándose lo más bueno, hay que reencontrarlo.
Septiembre llega como una playa de Alburquerque en la que hay que desembarcar para ganar la guerra. No nos queda más remedio que desembarcar con el fusil en las manos. Me cuesta olvidar agosto. No por pereza, sino porque todo lo que rastreé de mí, todos los diálogos con aquel que me queda dentro, lo que perdí por la vorágine diaria, quiero que siga creciendo. Pasa el tiempo. Cada día deseo más volver a tener lo bello que he perdido, para estar más cerca del entendimiento entre lo que soy y lo que quiero ser.
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